Amaneció soleado con algunas nubes de evolución, lo que prometía ser un buen día de domingo para el profesor Jesús. Un geólogo salmantino, alma libre, agnóstica y con raíces antepasadas de sangre azul que se inclinó por estos peculiares paisajes del Desierto de Tabernas, como bloque fuerte en la exposición de su Cátedra y enamorado de la soledad que estos lugares le proporcionaban.
Cogió sus bártulos a modo de explorador, comprobó que llevaba su cantimplora llena y una vez elegida la ruta para hoy, montó su caballo, su todo terreno no llegaría adonde él pretendía y se adentró en la rambla camino a la Sierra de los Filabres por el sendero que semanas atrás había trazado. Hoy estaba decidido a terminar su estudio sobre el suelo de este lugar que antaño fue muy fértil.
Llevaba ya dos horas a lomos de su caballo, cuando el sonido de un ave le despertó de sus pensamientos. Cogió sus prismáticos y cuando se disponía a enfocar hacia ese animal que emitía unos sonidos descomunales, en comparación de las dimensiones,algo le llamó la atención en lo alto de una roca.
Era el “Peñasco de la muerte”.Cuenta la historia que todo aquel que estaba condenado a muerte lo arrojaban por este lugar para ahorrarse el espectáculo en la plaza, además de evitar los engorrosos sepelios cristianos para almas que habían sido juzgadas paradójicamente por el clero. Los cargos era variopintos y te los puedes imaginar.
Quedó mas sorprendido aún cuando pudo visualizar la débil figura de una persona, de pié con las manos a la cara y la cabeza hacia el cielo. Hizo galopar a su caballo hasta la base del peñasco, se bajó del animal, miró hacia arriba y no vió nada. Trotó como pudo por la roca y con un sobreesfuerzo para una persona de su edad y su sedentaria vida universitaria que cuando llegó a la cima quiso desfallecerse. Miró y no vió nada.
Volvió a mirar y se encontró con la figura de un hombre que le daba la espalda, ausente sin percibir su presencia pero desde allí pudo oler el edor que desprendían sus ropas y su ser. Cuando pudo aclarar sus ideas, se dio cuenta y logró comprender que era Felipe, al que todos en el pueblo llamaban Adán.
Adán era lo que quedaba de un hombre común y hogareño, ligado a su matrimonio y un ferviente fiel a los dogmas de la iglesia, osea, el beato del pueblo. En todos los pueblos siempre está la figura del “correveidile” del párroco. Pero cuentan los lugareños que su aspecto deplorable es como consecuencia de un problema de “cuernos” que se le ha ido de los manos y no se dejaba ayudar. A quedado reducido al típico indigente que mendiga en la puerta de la iglesia en favor de unas monedas para cambiarlas por unas gotas del fruto de la vid cuidadosamente envasadas en tetrabrick y devuelve el favor con unas imploraciones hacia el salvador.
Adán se percató de que no estaba solo. Con un gesto lento, señorial a modo de nobleza, giró su empercudido rostro lleno de lágrimas que surcaban su cara y tras unos segundos dijo a su recién llegado;- “que el señor se apiade de tu alma” y se acerco al límite del precipicio haciendo un además para precipitarse por él con las manos ahora abiertas.
A Jesús le dio el suficiente tiempo para agarrarlo de uno de los jirones de lo que en su día fue una gabardina, pero notó que no había peso detrás. Había fracasado. Empezó a sollozar. De pronto noto algo de resistencia y cuando vino a hacerse eco de la situación, comprobó que detrás del trozo de tela estaba Adán. Su exahustación no le había permitido hacer una lectura real de los hechos.
Ya sobre la roca, a salvo, Jesús le preguntó:- pero hombre de Dios,¿que se te ha podido pasar por la cabeza para querer hacer una cosa así. Adán volvió a mover la cabeza de forma magistral para mirarlo a los ojos, pero no dijo nada. Su mirada intensa lo decía todo.
El geólogo volvió a tomar aire profundamente y sin poder comprender como una persona, por mal que se encuentre puede llegar a tener la valentía o cobardía de querer suicidarse, volvió a preguntar ¿ que cojones pretendías, insensato?. Adán que no le había quitado la mirada ,no contestó.
Cuando Jesús reconoció a Felipe se autocontestó, es más la tarde anterior el mismo le había entregado unas pocas de monedas que tenía sueltas en sus viejos vaqueros. Tendió la mano a Adán y le ayudó abajar por la ladera menos inclinada.
Bebió agua de su cantimplora y subió sin resistencia a su caballo. Iban a paso lento de vuelta la pueblo en silencio.
Jesús absorto en sus pensamientos intentaba comprender como la vida había podido haber sido tan injusta con un hombre intachable en su conducta, en su matrimonio, en su familias y en el pueblo.
Cuando empezaba a comprender oyó como Adán le preguntaba:-¿Porqué?
-¿Por qué?, ¿cómo que porqué?, ¿porqué qué? Le preguntó Jesús.
-Silencio de nuevo
Unos minutos después: ¿En que he fallado para merecerme tal fin?
Suicidarte no es el fin.
Silencio
Jesús que era muy tranquilo, no podía mas y paró su caballo, se giró y mirando la desoladora figura de Adán, dijo: Si lo prefieres vuelvo a llevarte donde te encontré. Pero antes de nada, puedes decirme -¿Que coño te pasa?
-Acaso eres el Todopoderoso, que poder te atribuyes para haber decidido el transcurso de mi vida.
-No te jode;- simplemente no podía dejarte morir.
-Sabes...Me has quitado lo único que me quedaba.
-Si te hubieras despeñado ya no te quedaría nada.
-Me has arrebatado la libertad de decidir, lo que tu llamas vida, podría vivirla, pero el tiempo que yo consumía era mio y solo Dios tenía la decisión sobre mis actos.
-Pues perdona, pero Dios te iba a pasar una mala jugada.
-Te equivocas. Dios me ha abierto sus puertas hacia la felicidad, me había llamado para cambiar mi existencia por una vida mejor junto a él y tú has echado el candado.
Jesús ahora callaba.
Silencio.
El caballo comenzó a caminar.
En la cabeza de Jesús comenzaron a sonar los engranajes de una maquinaria oxidada: -”yo, un intachable diplomado de alta alcurnia he hecho el bien soy el bueno, sin embargo este pobre hombre, hoy escoria de la sociedad, me acaba de enseñar una lección sobre moral. Si él es el creyente, por que Dios le iba a dejar expirar de esa manera. Acaso el sacrificio al igual que la penitencia es premio a una vida que acaba como pasto de los carroñeros. Hubiera sido más fácil que Dios le hubiera ensañado el camino para valorarse, siempre hay algo por lo que luchar, aunque sea por la satisfacción de la propia superación personal. Debía de haber una salida.
Esa salida solo la tenemos las propias personas. Se dijo para si mismo.
-¡Sabes Felipe!
-¿Qué?
-El mundo siempre ha sido desigual para los hombres, es decir, desde el principio ha habido hombres ricos y pobres, afortunados y sin suerte, amados y traicionados pero sobre todo, si algo nos hace diferente a los demás es el amor hacia la vida, la lucha constante por la superación y para ello debemos empezar a no hacer caso de los prejuicios de la gente.
Es más te habrás dado cuento de que no soy creyente, pero estoy plenamente convencido que el hombre volverá a sus orígenes, me explico. El hombre sufrirá una transformación por la cual nos dejaremos de capas voladoras y nuestros superpoderes pasaran por tres fases: la de la ignorancia por la cual obedeceremos soportando toda la carga, por la fase en la que hemos de negar todos los valores tradicionales que nos llevará a la última fase que es cuando nos liberamos de todo prejuicio para obtener una vitalidad que nada ni nadie podrá superar.
-¿ Por que crees que debemos llegar hasta allí? ¿ Que bien habla el sano con el enfermo? Cuando creemos que no tenemos nada, ahí esta Dios, que todo nos da. Solo has de confiar en él.
-Lo siento amigo Felipe. Solo puedo creer en mi. ¿Donde ha estado Dios cuando lo he necesitado?
-Dejame que te haga una reflexión: Vas a venir a mi pensión, te vas a duchar, vamos a comer en la Tasca de José y luego sobre la cama te preguntas- ¿Habré sido sido un enviado de Dios?
-Te tomo la palabra, pero por el amor de Dios no blasfemes.
Todo siguió según lo planeado.
Al alba la cama que había preparado el casero para Felipe estaba sin deshacer. Jesús se sentó al filo de la suya y no supo que pensar. Se vistió, fue a la Tasca de José y estaba cerrada. Se acercó a la Iglesia cuando sonaron las campanas a misa de difunto. Empezó a acalorarse y sin darse cuenta aceleró el paso. Nada en la puerta. Nadie dentro de la Iglesia.
Hoy, un año después, Jesús ha terminado la Tesis para su Cátedra y aún sigue yendo a diario por el “Peñasco de la Muerte”, no sabe porqué, pero ha de despedirse. Se vuelve a casa.
A varios cientos de kilómetros una mano empuña una estilográfica de oro para firmar una recomendación.
A/A Exco. Rector de la Universidad de Salamanca. Área de Geología.
Asunto: Jesús Gomez de Percebal
Firmado: Adán.