martes, 28 de febrero de 2012

Más allá del amor

   Pude leer hace unos días atrás una inverosímil noticia en la sección de sucesos de un periódico local.
La noticia en cuestión, narraba el agravio sufrido hacia un vecino de la localidad.
Un hombre lleva varios días deambulando por sus lugares frecuentados habitualmente. Presenta una herida de flecha, clavada en el centro de la región del tórax, llamada mediastino anterior.
A simple vista camina sin rumbo con una expresión aséptica, pero hay algo en ella que refleja una dengue emoción.

   Los habitantes más ancianos de la zona en cuestión, en sus disertaciones, cuentan que es  similar a una serie de sucesos comunes en la zona desde tiempos inmemorables. Lo que hace diferente este caso es la magnitud del evento, aunque es algo indefectible en el ser humano.
La autoridades buscan un culpable…Se sospecha de un individuo de tamaño reducido, con aspecto infantil, alado y armado con un arco. Pelo corto y rizado.
Una larga cola de testigos se agrupan para testificar con la intención de ayudar a dilucidar los hechos. La mayoría se basan en experiencias y vivencias, afirmando haber visto en algún momento de sus vidas al presunto autor.

   Absorto en la noticia, frunciendo el ceño, me siento bombardeado por una ráfaga de emociones, las cuales, como contrapartida, deshacen el gesto convirtiéndose en una muesca en la comisura de los labios… una risa cómplice.
   ¡Algo no me cuadra! Por las señas descritas, conozco la victima. Es experimentada, sutil, versada. No llego a comprender cómo se ha dejado atrapar tan fácilmente y sin ofrecer resistencia.

   Incrédulo, dejo mi lectura, pues el tiempo apremia. Es el momento de buscar respuestas coherentes. Seguro de que mis pesquisas aportaran cierta clarividad necesaria por parte de la victima para salir ilesa.
Al poco tiempo de encontrarme en  la calle obtengo mi primera pista, la cual, me va a llevar directamente al verdadero causante.
…Se esconde bajo una mirada embaucadora, su tez es aterciopelada. Solo con su sonrisa podría abatir a todo un ejército y todo ello enmarcado en un contorno milimétrico que pone en peligro cualquier teoría geométrica.
Crucé una mirada y solo con sus ojos me volví a sentir herido.

¡Toda una emperatriz bizantina, hermosa, valiente y femenina!

   La herida del pecho aumenta su dolor. A medida que profundiza, empiezo a ver todo más claro.
Decido regresar a casa lo más velozmente que mis fuerzas me permiten. Consternado logro abrir la puerta... –más dolor-. Lucho contra el desorden para llegar al estante de los libros,… ¡ahí está!...esperando el momento justo como si quisiera que en este preciso momento, por arte de magia, llegara a mis manos sin antes saber de su existencia.

¡En él están todas las respuestas!...-“Procopio de Cesarea”-