domingo, 23 de septiembre de 2012

De Espaldas


  
El gorgojo del mismo pajarraco, ejecuta puntualmente su recital matinal desde la marquesina próxima a mi habitación.

Rutinariamente fiel, se adelanta a la tecnología suiza “Made in China” del despertador con forma de manzana, como si la única intención fuera la de ayudarme a aplastar la manecilla con forma de gusano.

Lo peor de todo no es el hecho de tener que levantarme treinta minutos más temprano, sino la ruptura en la sucesión de imágenes que mi subconsciente muy agradablemente proyectaba….Alguien lo llamaría sueños. Con los parpados aún sin despegar del todo, elaboré un pequeño juicio ético entre el paralelismo del hombre y el buitre carroñero.

Antes de que pudiera percibir el perfume del café recién hecho, encendí mi portátil. Lo primero que apareció en la pantalla fue la última sesión de una red social con cara de libro y no pude, como no podía ser de otra manera, que sentirme abatido.

Diariamente este tipo de redes sociales se masifican de imágenes y mensajes hermosos donde lamentablemente la mayoría de ellos están editados por personas cuya moral circula en dirección contraria…será que con ello solicitan espirar sus pecados que atormentan una vida invadida en busca de una libertad. ¡Conseguiremos engañaros!

No puedo desactivar mi escudo y de vuelta a casa, semisentado en mi sofá frente al televisor, temperatura adecuada, con el devenir por realizar el impertinente movimiento para tomar de la mesita cercana, el habitual refrigerio con el envase sudoroso debido a su temperatura de  menos dos grados centígrados o por lo contrario, continuar inerte, dejándome devorar  lentamente por la emisión del receptor pixelado. De este emanan imágenes de una especie inédita, autóctona de un lugar remoto que no sabría señalar en un mapa. El Okapi.

¡Animales raros!...; un montón… ¡Quiero conocerlos todos!

¡Enfermedades raras!...; más…Pero no nos desviemos del tema…

Atónito ante tanta curiosidad, no deseo perderme ni el mínimo detalle de los calcetines que separan al protagonista de su calzado inapropiado. Impresentable y morboso… ¡cuánto por aprender!

-Pausa-.

Repentinamente como si algo estuviera pacientemente acechando la mínima distracción de mi cerebro, huérfano de atención, busco a ciegas aquella figura impertérrita de la mesita… ya no está fría.

Durante el viaje de vuelta a la vida, con el mando aún en la mano, cambio de canal y lo sorprendente del momento es lo que mi retina pudo retener durante unos segundos larguísimos. Misma especie… único protagonista… ¿qué ha cambiado?, ¿Acaso hay vida fuera  de la mía?, y si la hay ¿Por qué me da la espalda?

Sin explicación ninguna salgo de mi acomodada rutina aletargada y de entre todas las vidas, yo escojo, aquella que me ayude a salir del autismo.