sábado, 30 de noviembre de 2013

Luna LLena



  -¡Ven!- sonó la voz al otro lado de la línea telefónica. Cinco tonos había dado su teléfono móvil antes de recibir la orden, cuya llamada esperaba de forma ansiada y meticulosamente programada. Aún así no  descolgó al instante, sino que lo dejó crepitar encima de la mesita junto a las copas vacías de la cena. Hoy tocaba bocadillo de mantequilla, queso y orégano, todo fundido al grill.

   -Voy- contestó él sin alterarse ni un ápice volviendo a dejar el teléfono encima de la mesa. No miró de quien se trataba pues ocho horas antes ya lo sabía.

   -¡Puedes venir!- se escuchó ahora en el mismo dispositivo que dos minutos antes emitía el imperativo monosílabo. Se trataba de la misma orden, algo más concisa pero con un tono más conciliador. Curiosamente aquella transmisión provenía de la misma persona que respondió minutos atrás. El ardid estaba concluido.

   -¿Qué sentido podría tener toda aquella parafernalia de llamadas en ambos sentidos?- Como si de un misterioso juego se tratase. Habían pasado veinte minutos cuando se encontraron bajo la luz tenue de los soportales de una plaza cercana al domicilio de ambos. Enfundados con sus ropas de trabajo no mediaron palabras y el que conducía puso en marcha su vehículo para salir del aparcamiento rumbo a su destino. Lo desconocido.

   Para ser más tarde de la media noche, de sus rostros emanaba una luz anormal, engalanada por el brillo de sus ojos, cuyas miradas no llegaron a cruzarse, pero de haberlo hecho hubieran omitido el saludo cordial que se procesaron.

   Entre ambos había una diferencia de edad que por respeto a ella habría he de omitir, pero aquello hacía que el silencio fuera prudencial, pues aún, ninguno de los dos sabía cómo iba a transcurrir la noche. Noche de luna llena, hermosa ella coronando majestuosamente un inusual cielo estrellado de verano, testigo de tantas historias, reluciente como nunca, silenciosa y mística.

   Algo más tarde - ya se encontraban a las afueras de la ciudad cuando de repente el vehículo giró a la derecha para dejar la carretera principal y adentrarse en un camino secundario, poco iluminado, para detenerse en la parte trasera de una zona industrial desértica a aquellas horas, justo en el mismo lugar donde meses atrás se volvieron a ver, pero esta vez todo era diferente. No se habían visto en el último mes y eso les preocupaba. No sabían si responderían como el mismo equipo que formaban, pero eran conscientes que el motivo que les había llevado hasta allí merecía la pena para jugarse la vida.

   Indecisos por elegir el mejor estacionamiento para no ser vistos, pasaron unos instantes inmersos en un tedio poco habitual entre ambos. Fue el sonido producido por la fresca brisa a su paso entre las esqueléticas ramas de unos arbustos mustios a esta época del año lo qué provocó la vuelta a la realidad. Tras revisar sus armas, se miraron a los ojos sosteniendo la mira impertérrita y salieron del coche.

   El se apresuró para abrirle la puerta, pero todo intento fue innecesario pues ella ya se encontraba fuera y con sólo una mirada inspecciono el lugar. –“Todo en orden-, aunque los latidos de su corazón iban en aumento y ese fenómeno era el indicador de que algo iba a ocurrir.

   Por un breve instante su mente viajó al pasado justo a aquel día en el que su padre le decía que si alguna vez tenía una difícil decisión que tomar, qué en la vida tendría numerosas, cerrara los ojos y escuchara a su corazón. Tenía sólo doce años entonces. Esta noche se dispuso no sólo a escuchar a su corazón, sino a ignorarlo por completo y se dejaría llevar por su instinto, así que sin pensarlo todo terminó allí. Una noche de luna llena.

Hoy, aquella noche quedó atrás y mientras escribo estas líneas aún me viene el recuerdo del aroma de sus besos.