Espacio para dar rienda suelta al pensamiento en forma escrita. La escritura te lleva de viaje al lugar preferido de tu mente. Escribir libera un mundo encerrado en ti deseando salir. Yo escribo además para aprender a comunicarme. Escribir mejora mi forma de hablar.
martes, 7 de abril de 2020
Estado de Alarma
El chasquido producido por el crepitar del último trozo de madera que ardía sobre los rescoldos de un montón de brasas consumidas durante la gélida noche invernal, desveló a Aaron. Acostado sobre su estrecha cama con somier de muelles, se resistía a realizar cualquier movimiento que le provocase la entrada de todo tipo de torbellinos entre el amasijo de sábanas y mantas. La noche no ha sido del todo reconfortante a pesar de la quietud del exterior.
No iba a batirse, ni provocar contienda por levantarse o quedarse tumbado. Tampoco tenía motivos para declinarse por alguna de las acciones posibles, así que se quedaría un momento más en aquella galera improvisada por el hastío que el día auguraba, dado su confinamiento. Fuera de la cabaña la nieve alcanzaba cuarenta centímetros de espesor. El cielo cubierto de nubes grises formaba un muro que resistía con aplomo al asedio de un sol testarudo ante su intento diario por penetrarlas.
Tenía solamente dos motivos por lo que excarcelarse de su humilde yacija. Una, sería la necesidad de mear por tener la vejiga tan llena, que notaba la sensación de aplastamiento contra la próstata. Y la otra venía definida por una tremenda necesidad de masturbarse, allí mismo, justo en ese inesperado momento, bajo el calor intrínseco de las mantas.
-¿Micción o masturbación?, ¡he aquí la cuestión!- Su mente era un ir y venir por analizar las opciones a la vez que su sangre era un subir y bajar desde la cabeza al pene y viceversa.
Una hora más tarde su rostro dibujaba una granuja sonrisa mientras se preparaba el desayuno. Café descafeinado con la leche bajada del mismo infierno y un par de rebanadas de pan con mantequilla salada sería su banquete triunfal tras salir victorioso de sus dos tareas anteriores.
Saciado de tres de las mas importantes necesidades tanto en la vida del hombre sabio como en la del ignorante, tocaba planificar el resto del día.
- Hoy toca dejar pasar el tiempo -Pensó sin vacilar
Era ya mediodía. Por la ventana del salón se podían ver caer los primeros copos de nieve del día. Hoy las precipitaciones se habían adelantado al habitual atardecer, cuando la humedad y la bajada de temperatura anuncian a otra noche glacial.
- Repasemos la guía de supervivencia- susurró mientras se recostaba en el sillón.
- Tengo leña seca junto a la chimenea, aún queda cerveza suficiente en la despensa, el móvil se encuentra en silencio y las sobras de ayer me redimen de cocinar. ¡Perfecto!- Estiró las manos para coger el portátil qua había sobre la mesita auxiliar. Al abrirlo, comprobó que contaba con suficiente carga de batería para continuar trabajando un rato con la novela que estaba escribiendo desde hace meses.
Recordar su infancia le producía cierto pavor, pero debía infringirse tal exigencia si quería de una vez por todas expulsar a los demonios que le atormentaban desde la niñez y que muy acertadamente estaba plasmando en su obra con mucha vehemencia. Criado en la miseria, en el seno de una familia que rozaba la indigencia, no le faltaba el cariño de los suyos en los breves instantes que coincidían sus padres y su hermano juntos. Marcado por el continuo cambio de vivienda, como nómadas en los años ochenta, se refugia en aquellas mañanas mientras sus padres estaban fuera durante varios días y él junto a su hermano mayor salían a la puerta de casa para jugar al balón en la estrecha calle donde vivían, antes de caminar media hora para llegar al clase. Este es el único recuerdo feliz que tiene de su hermano y casi de toda su deplorable infancia.
Ajeno a la situación que está viviendo el país como consecuencia de la pandemia global provocada por un virus, salía cada mañana a pasear un par de horas entre la nieve, el silencio de la montaña y los majestuosos pinos centenarios que proyectan sombras mayestáticas sobre el relieve y blandían sus ramas al viento con fervor deshaciéndose de la nieve acumulada.
Contaba con varios motivos por los que estar aislado en aquel remoto lugar olvidado por la civilización. Terminar su novela era la excusa con la que se conformaban su familia y su pareja para refutar cualquier comentario mal intencionado de los mas aviesos de pro, que se jactan del mal ajeno.
Hoy sería el segundo día consecutivo que no pasaba a revisar las trampas para conejos distribuidas entre los arboles de la colina cercana a la cabaña. Tampoco echaría ningún vistazo a los cepos para pájaros sobre el tejado del granero y su alrededor.
-Si ha caído algo, el frío y la nieve lo mantendrá bien conservado-pensó. Aún hay reservas en la alacena. Total, esto es como la Ley de Murphy: si estas lleno, pican en abundancia y si las reservas caen en depresión, no cazas ni alimañas.
-¿Queda cerveza?-
-Si-
-¡Genial!-
-¿Papel?-
-¿Que papel?-
-Para el culo-
-Suficiente-
-¡Bien!-
Aarón emprendió su particular encierro, varios meses atrás, en lo más alto de la montaña, aislado de toda molicie para buscar en lo más profundo de su ser la respuesta al porqué había caído en un pozo, en el cual se encontraba a punto de tocar fondo y se preguntaba porqué aún no se había encontrado. Vaticinaba el mayor tortazo de toda su vida y sin retorno. Acostumbrado a arruinar cualquier atisbo de felicidad, siempre se había sentido más cómodo en batallas autoproclamadas sin motivo aparente, pues en zona hostil se encontraba su zona de confort. Todo un ejemplo de todo mitómano asqueado de serlo, ahora sentenciado al juicio contra los cientos de delitos éticos y morales que lo más alto de la conciencia le imputa.
El viento había arreciado, anunciando que la noche estaba a punto de echarse encima. dejó el portátil nuevamente en la mesita donde unas horas antes lo había cogido y se levantó del sillón donde había estado recostado. Al levantarse fue invadido por un hedor que lo envolvió. Tendría que cuestionarse si era el momento de darse una ducha o cambiarse de pijama. Entre las dos opciones tendría que inclinarse por ambas. Luego decidiría el orden de las mismas, pero ahora mismo sus intenciones eran otras. Se dirigió hacia la nevera, cogió una cerveza y se aclaró la garganta con el primer sorbo. Durante el siguiente trago vació el envase. Se decidía a coger otra cerveza cuando algo a través de la ventana le llamó la atención.
La temperatura estaba bajando. En la chimenea unas pocas de ascuas luchaban por no perder su tono anaranjado, reclamando algo más de madera enjuta, ideal para no crepitar, no vaya a ser que el señorito se vuelva a molestar por los chasquidos.
Ignorando la situación de la chimenea exprofeso, llegó hasta la ventana, inclinó los morros contra el cristal achatando la nariz. Con las manos a ambos lados de la cara, a la altura de los ojos, posicionadas para ejercer en modo túnel de la mirada, observaba con entusiasmo el anochecer. Había algo de condensación de agua en el aire que no le permitía ver más allá de escasos 50 metros. Allí, se quedó impertérrito durante unos minutos, hasta que el cielo fue cubierto con su regio manto negro ofreciendo un oscuro techo a todo ser que se encontrase en el exterior.
-¿Cómo para salir ahora a ver las trampas?, ¡Habría que estar loco!-
-O peor aún, salir a lavarse la cara al pozo-
-¿Y atreverse a lavarse la cara en el pozo saliendo desnudo?-
-Eso no es divertido, loco. Na hay nadie para verlo-
-Si yo lo decía por el frío, ¡capullo!-
- Pues ¿sabes que te digo?...-
-¿Qué?-
-Que va a salir tu Puta Madre-
Un momento después, la encimera de la cocina ya acumulaba un número considerable de envases de cerveza vacíos junto a un ejercito de migas de pan desarboladas a todo lo largo y ancho de la tabla de cortar. La vejiga anunciaba la primera llamada para desbeber. -¿Porqué no ir a mear ahora?, pues, ¡al cuarto de baño que voy!- se dijo para si mismo. Dicho esto, se disponía a realizar la noble y necesaria acción de mear, cuando sacó su miembro miccionador. En pocos segundos inhaló los aromas que lo evocaron al recuerdo del festín mañanero que tuvo lugar antes de levantarse y con ello, su cabeza fue fuertemente golpeada con un sinfín de imágenes eróticas que se proyectaban a toda velocidad. Se echó a reír. De haberse proyectado mas lentamente, ya te iba yo a contar que iba hacer con ese miembro después del pipí. Total, ya lo tenía entre las manos.
Era hora de acostarse. Pudo notar en su trasero que la cama estaba helada y que tendría que armarse de valor para meterse dentro. -¿Quizás, esta mañana debería haber estirado las sabanas y las mantas después de levantarme?- Se preguntó. Sin pensarlo dos veces, con un gesto veloz y la agilidad de un atleta, se tumbó en la cama a la vez que te tapaba. -¡Hecho!- Ahora a esperar a entrar un calor. Miró hacia el fuego y comprobó que la madera ardía con todo su esplendor y las llamas alcanzaban una altura considerable. Sobrecogido por una sensación de tranquilidad, dejó que su cabeza viajara libremente entres sus pensamientos, deslizándose como una góndola entre los canales de Venecia a los remos de un gondolero que entonaba canciones épicas igual que las musas apostadas sobre los arcos de los puentes.
Así fue como se quedó dormido.
Hacía un calor infernal como para derretir el hierro, la humedad acariciaba el 95% aumentando la sensación térmica de ahogo. Dos hombres ataviados con trajes de protección contra el riesgo biológico se acercaba hacia el helipuerto de un laboratorio secreto en mitad del desierto del Gobi. Portaban con suma prudencia una especie de maleta de mano con dos cierres a cada extremo. El trayecto desde le exclusa de salida del recinto hasta el helicóptero donde le esperaban dos hombres trajeados simulaba un paso procesional, típico de la Semana Santa sevillana. Al llegar a su altura, los disfrazados de astronauta soltaron la maleta emitiendo palabras inaudibles para las estatuas trajeadas que solo entendieron la referencia de aquellas figuras sacadas de la película de ET al soltar el equipaje.
El helicóptero accionó sus aspas y se elevó en pocos segundos levantando una manta de arena parecida a las tormentas típicas del desierto. La carga ya iba dentro. Por radio se emitió el siguiente mensaje:
-Es la hora-
-Recibido- sonó desde otra radio.
-Nos dirigimos hacia nuestro destino-
-Manténgase a la escucha para recibir la orden-
-Recibido-
Cuarenta minutos más tarde la radio sonaba en algún lugar del planeta.
-Cinco minutos para nuestro destino-
-Recibido. ¡Atentos a mi orden!-
El copiloto se quitó su casco, abandonando la cabina de mandos se apoyó con un gesto sobre el hombro de su compañero y se dirigió hasta la zona de carga. Una vez allí, ordenó a los pasajeros que se fueran quitando los auriculares y se desataran de los cinturones. La hora estaba a punto de llegar. Solo quedaba esperar a que La luz roja se encendiera y soltaran el paquete sobre la ciudad de Wuham.
-Pájaro uno a base-
-Adelante, Pájaro uno-
-Paquete enviado-
-Recibido, vuelvan a base-
A miles de kilómetros de allí una sala con más de cien ordenadores se iluminó. En una pantalla central una cronómetro se puso en marcha con los números bien visibles en la parte superior derecha.
Tres semanas después Aaron sentado en la mesa de su casa disfrutaba de su almuerzo favorito por la visita de sus padres al piso que compartía con su pareja. Cada mes recibía la visita de sus padres y aprovechaban la ocasión para que su madre preparase ese arroz con pulpo que tanto le gustaba. La televisión emitía las noticias sobre una epidemia que estaba azotando a la población de China.
-Por Dios; quita eso de la tele. No hacen nada más que emitir noticias con tragedias- Dijo su madre mientras depositaba la olla con el arroz de pulpo sobre el centro de la mesa. - y pon algo mas alegre- concluyó.
-Espera un momento mujer, que la noticia es interesante. Parece que las cosas se están poniendo feas en China. Ya llevan varios días siendo portada en el parte diario- Replicó su marido.
-¡Madre mía!, como esa cosa llegué aquí, estamos jodidos- Soltó su paraje alarmada.
-¡Que va! Eso no llega aquí ni de coña- Se mofó Aaron. Por mucho chino que tengamos aquí, eso no llega a España y más con los controles de aeropuertos.
-¡Venga! que se pasa el arroz y se chupa todo el caldo. ¡A dejarse de tonterías y a comer!
Un mes más tarde Aaron y su pareja salían de tanatorio incrédulos de la repentina muerte de su padre por un simple resfriado. Se preguntaban si su madre tendría el mismo final ya que llevaba dos días con una tos seca que le quemaba la garganta y no le dejaba respirar bien.
A la mañana siguiente, se levantó como de costumbre a las seis en punto. Salió a la calle y le llamó la atención que no hubiera nadie en la calle. El bar de la esquina extrañamente estaba cerrado aún.
-Manolo no se ha dormido en su vida desde que lo conozco- Se dijo extrañado. El sonido de una ambulancia lo devolvió a la realidad. Las calles seguían vacías. Otra ambulancia volvió a pasar con los rotativos abriéndose paso a través de la desértica calzada. Cruzó la calle en dirección al garaje que está dos calles más abajo con la esperanza de pararse antes en el quiosco para comprar la prensa.
El quiosco esta cerrado a cal y canto. Una nota pegada en la persiana central dejaba escrito un mensaje en letras mayusculas "CERRADO POR ESTADO DE ALARMA". Dobló la esquina para entrar al garaje cuando otra ambulancia casi se lo lleva por delante.
-¿Pero que coño esta pasando?- Pensó incrédulo.
Otra ambulancia seguida de otra y otra y así hasta un número incontable cruzaban de calle en calle invadiendo todas las calzadas de luces amarillas giratorias. El sonido era ensordecedor. Como pudo se adentró en el garaje en busca de su coche. Aun le retumbaba en la cabeza el sonido de las ambulancias. Entró en el coche con la intención de aislarse del estruendo. Echó la cabeza para atrás preguntándose sobre el surrealismo que estaba presenciando. El móvil sonó. En la pantalla un número desconocido dejó un mensaje. -Lamentamos anunciarle el fallecimiento de su madre. Por razones de seguridad le recomendamos quedare en casa durante el estado de alarma-
-¿Que demonios ...?, ¿qué puto estado de qué?-
-¡Mamá!-
Una extraña sensación de quemazón se apoderó de su garganta. Se sentía febril y le costaba respirar. Empezó a toser. Las puertas del garaje se abrieron y empezaron a entrar ambulancias sin parar. La tos era mas fuerte. No podía respirar.
Soltó un gemido sordo a la vez que se incorporaba de la cama. El fuego de la chimenea seguía ardiendo alegremente. El sudor se estaba enfriando. Sintió un escalofrío que le recorría la espalda. La sensación de ahogo fue desapareciendo y recuperó la respiración mientras pasaban los minutos observando cada rincón de la cabaña.
Se levanto en busca del móvil. Ya no estaba en silencio, sino apagado. Llevaba en ese estado desde el día siguiente que entro por la puerta de la cabaña. Lo soltó en el mismo sito.
-Mañana lo pondré a cargar-
-Es muy tarde y no son horas de llamar a nadie-
-Ha sido una pesadilla. Me vuelvo a la cama-
-¿Llamar para qué?-
No podía conciliar el sueño de nuevo. Se imaginaba llamando a sus padres por la mañana para preguntarles como estaban y que le reprochasen el tiempo que lleva sin dar indicios de vida. Llamaría mejor a su chica, ... aunque esta se mofara de él si le contaba la pesadilla que había tenido.
- ¿Estado de alarma en España como consecuencia de un virus que se extiende por el mundo?-
- ¡venga ya!-
- Seguramente un español infectó de gripe a un chino y la historia nos vuelve a golpear-
-¡Claro! como son muchos pues no se nota-
-¡Anda! so gilipollas y vuélvete a dormir. Una pandemia en el siglo 21 dice el muy... ¡Ahí que ser iluso!
-¡Me cago en el puto Walkind Dead ese de los cojones!
En la base subterránea oculta, los datos invaden las pantallas de los ordenadores. En la pantalla central, un mapa del mundo clasifica zonas marcadas por colores. Debajo de la pantalla una mesa preside la sala. Un hombre de avanzada edad se toca su barba gris con movimientos circulares. Levanta la vista y a continuación asiente con la cabeza. En el segundo puesto de trabajo de la primera fila, el padre de Aaron levanta el teléfono.
-Adelante con la fase dos-
Camiones cisterna nebulizan las calles de las principales ciudades afectadas. Wuham, Seúl, Pekín, Roma, Madrid, París, Londres, Tokio y Nueva York.
A pié de calle parejas de personas equipadas con trajes biológicos rocían con alguna solución los principales edificios de las ciudades.
-Fase dos iniciada- Emite una voz al otro lado del teléfono. Todos levantan la cabeza, dirigiendo la mirada hacia el panel central. Las principales ciudades se tiñen de un naranja mas oscuro, ocupando una zona más amplia en el mapa proyectado.
Durante el almuerzo del día siguiente, en el apartamento de Aaron, la televisión emite la última hora sobre la situación de la pandemia. Sentados al rededor de un suculento pavo asado al estilo de Acción de Gracias y muchas más viandas, su pareja, sus padres, su suegra, su jefe, Manolo el del bar de la esquina y el General del Estado Mayor del ejercito de Estados Unidos con su uniforme lleno de condecoraciones, atienden con atención la emisión de las noticias y el análisis de seguimiento.
-"Tras los datos de las últimas 48 horas, los datos indican un decrecimiento sustancial de las personas afectadas, por lo que aparentemente se establece el principio de la victoria contra el virus. Lamentablemente la ONS anuncia en un comunicado urgente de última hora. Un rebrote inesperado en las últimas horas, eleva las cifras de infectados que ya se cuentan por millones en las principales ciudades y los hospitales quedan aislados tras el colapso del sistema. Se ha decretado el estado extrema cuarentena para los hospitales, quedando cerrados al público."-
-¿Papá que demonios has echo?- Dijo en tono amenazador Aaron a su padre.
- Deja a tu padre, querido. Él solo esta haciendo su trabajo- Replicó su madre.
- ¡Mamá!...
- Tu padre es un buen soldado, hijo- Soltó tranquilamente el General.
Aaron, incrédulo de lo que esta pasando se levantó bruscamente de la mesa. Al abrir la puerta casi es atropellado por varias filas de ambulancias a toda velocidad por la carretera.
En la base subterránea los aplausos hierven en un fervor sin igual. El hombre de barba gris se levanta con las manos abiertas y con las palmas hacia abajo ordena silencio. -Ordenad la fase tres. ¡Ahora!- Todos vuelven a su puesto.
Isa, la pareja de Aaron, baja de la parte delantera del Chevrolet Susurban con un maletín esposado a su brazo izquierdo. Se dirige firmemente hacia la caseta ocupada del guardia de seguridad que custodia la barrera de entrada de la Empresa de Gestión Aguas Canal Isabel II de Madrid. Si dar tiempo a articular palabra, saca de la parte de atrás de su cinturón una pistola HK USP de 9mm disparando a quemarropa, dejando sin vida al centinela. Continúa hasta la sala de bombeo. Abre el maletín y saca un cilindro con una sustancia viscosa en su interior.
-Nuestros amiguitos ya nadan hacia la red autonómica de aguas-
-¡Nadad!, ¡Nadad!....¡Matar!
Minutos después, Isa sale de la sala de bombeo del Canal Isabel II sin el maletín y con el teléfono en la oreja. -Fase tres concluida- Lanzó el teléfono contra la pared, se soltó el pelo y se dirigió de vuelta al Chevrolet.-¡Salgamos de aquí!-
Aaron se levantó antes de que amaneciera del todo. Un tremendo dolor de cabeza se había despertado con él. Necesitaba tomar algo antes de que la cabeza le estallara del todo.
-¡Menuda nochecita de pesadillas, joder!
De camino al armario donde guardaba un pequeño botiquín en busca de algún analgésico, se tropezó con la mesita donde dejó el ordenador. la noche anterior. El golpe produjo que se cayera al suelo el móvil que estaba casi en el filo de la mesita. Se paró en seco. Con el analgésico aún en la mano, se debatía entre continuar en busca de un poco de agua o coger el el teléfono del suelo.
En el efímero acto de discernir, con una inusual osadía recogió el teléfono del suelo. Lo encendió sin vacilar. Mientras encontraba red, cogió un vaso del fregadero y se tomó la pastilla. La temperatura del agua en contacto con los dientes produjo millones de punzadas de finísimos alfileres.
-¡Dios!, Me cago en ....!, ¡uuaahhh!-
La señal acústica que anunciaba la toma de red devolvió su atención hacia el móvil. Con él en su mano, decidió sentarse en el sillón para darle cierta solemnidad merecedora, pues la traición infligida a su promesa nomofóbica lo requería.
De repente la aglomeración de notificaciones superponían sonidos deferentes. Sin pensarlo, abrió directamente el chat de whatsuup de Isa que registraba trescientos sesenta y cinco notificaciones. lo abrió y comenzó a leer desde los últimos hacia atrás en el tiempo.
-¡No!-
-¡No puede ser cierto!-
-Esto no puede estar pasando de verdad!
Las manos le temblaban, el sudor empezaba a cubrir su frente, en sus ojos se hacia patente la dilatación de los vasos sanguíneos. Segundos más tarde acusaba síntomas severos de asterixis e hiperhidrosis que lo arrojaron a un profundo Estado de Alarma.
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