Todo comenzó con
una copa de vino mientras esperaba que llegara la hora de mi cita. La explosión
de sabores y olores activó todos mis sentidos, incluso aquellos que un tiempo
atrás eché a dormir, por lo que pedí otra copa al camarero.
Había viajado desde Almería hasta las Tierras Altas de la
Rioja Alavesa con el único motivo de encontrarme con ella. El reloj colgado en
la pared acababa de emitir el sonido que anunciaba las siete de la tarde. La
cita era a las nueve y ya me invadía un sentimiento de impaciencia, a pesar de
aquel caldo de dioses.
¿Qué tal el vino, señor? ¿Es de su agrado?,- preguntó el
camarero que amablemente se pasó por la mesa que tenía reservada junto al
ventanal que daba a la calle.
- ¡Excelente! - muchas gracias, respondí. Una cosa por
favor, espero a alguien, ¿podría avisar de que estoy esperando aquí?
-Si señor, por supuesto, no se preocupe. - Respondió
amablemente,
-Gracias, es importante para mí, … una cosa más ¿Qué vino
es? - Le pregunté mientras sujetaba la
copa.
-7 cepas, cosecha propia elaborada con mucho cariño y mucha
tradición-.
La noche ya se había apoderado de La Guardia, a través de la
ventana se podía ver como empezaba a lloviznar cubriendo las aceras de una
humedad que le otorgaba cierto encanto. Dentro, el local se impregnaba de olor
a cena, guisos, carnes y brasas. Todo era perfecto. Ya casi estaba el aforo
completo.
De pronto, la vi.
Vestía de color oscuro y collar granate que realzaba la figura de su
cuello. Debía de ser importante en el lugar, pues el mismo Sumiller la
acompañaba sujetándola con el brazo. Varios comensales giraban la cabeza a su
paso.
Al llegar a la mesa me levanté para recibirla cordialmente.
Diego, el Sumiller hizo las presentaciones y nos sentamos uno frente al otro.
No podía dejar de observarla. Su rostro tenía rasgos fenicios y era evidente
que su perfume afrutado presentaba matices a frutos rojos perceptibles a esa
distancia.
Mientras servían la cena le pregunte por su origen. Tomé un
sorbo de vino y con un tono delicado me susurró:
-Nací en Rioseco, una pedanía años atrás olvidada. Mi
familia se esforzó en recuperarla. Trabajó muy duro y supo sacarle lo mejor a
aquellas tierras arcillosas. El fruto de su esfuerzo más una delicada
educación…- perdón no quisiera ser egocéntrica- se disculpó con modestia, pero
la verdad que mis hermanas y yo rozamos la excelencia. -
Sus palabras recorrieron todo mi cuerpo y supe en ese
momento que, a pesar de su nombre, nunca la olvidaría.
Años más tarde, en mi ciudad natal, tierra también de buen
vino, recibí por sorpresa la inesperada visita de mi amigo Valcavada. EL Sol lucía
como de costumbre, pues de todos es conocido que el astro rey es aquí donde
pasa el invierno.
- ¿Qué tal está mi viejo amigo? - fue su forma de saludarme.
Dejé a un lado el vaso de palo-cortado para recibirlo, como
se reciben a los buenos amigos, y le pregunté que le había traído hasta aquí.
- “La Olvidada-” me respondió.
El silencio se podía cortar y luego unir con imperdibles. Pasados
unos minutos empezó a contarme:
-
Cómo ya sabes, desde hace unos años desaparece como
arte de magia nada más empezar la temporada de recolección. Eso ya viene
preocupando a la familia pues nos gustaría que estuviese entre nosotros más
tiempo. Pero lo peor de todo, es que la semana pasada hubo un terrible
asesinato en una casa respetable de Logroño. Los agentes se llevaron una copa
de vino del lugar del crimen para analizarla y aunque no encontraron ni huellas
ni restos de ADN, el informe de la científica reveló que en el interior, la copa
contenía unas propiedades únicas en el mundo y dada su pureza y combinación de
elementos solo podría apuntar hacía un solo ser, ella.
No quise que siguiera hablando del tema, pues ya me había
informado en las noticias, así que lo único que se me ocurrió fue:
- ¡Querido amigo! no debes de preocuparte, ya que no hay
indicios-. Solté con cierta muesca de ironía para suavizar.
- ¿Cómo qué no?, me reprochó… -ella estaba allí-
-Normal, ¿sabes por qué?
¡No!
-Porque es excelente-