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martes, 1 de noviembre de 2011

El hombre es un lobo para el hombre.

Cierta es la frase de Thomas Hobbes que resume en pocas palabras lo que aparentemente el ser humano se ha convertido. Debería haber sido el ser perfecto, pero nos hemos convertido en nuestro principal enemigo.
“El señor de las moscas” es una milésima parte del comportamiento humano frente a su continuo estado de alerta contra todos en una sociedad sin normas. Lo curioso es que en realidad vivimos diariamente en función a unas normas cívicas de convivencia… ¡nos saltamos el 90%!
Hemos creado mas de un millar de diferentes formas para autodestruirnos. Por si no fuera poco, y lo que es mas peligroso aún, es que somos conscientes de ello, pero ¿porqué no hacemos nada? Una célebre frase lo resumen:”Aquí no pasa nada, nos comemos la tostada, ni tan siquiera nos levantamos del sofᔡSoy privilegiado!: Todas las mañanas al levantarme doy gracias por el bellísimo rostro que tranquilamente dormita junto a mí. Con la luz que débilmente llega a la habitación contigua, puedo deleitarme unos minutos ante dos ángeles que inocentemente esperan ser despertados por los rayos del sol más madrugadores….¡Cuánta felicidad!. ¡Cuánto amor!
Me pregunto ¿Porqué al salir a la calle, es decir, cuando abandono mi castillo, el resto del mundo se ha empeñado en fastidiarme la vida?
Tanta perseverancia ha constatado el hecho de crear un artilugio letal. Yo lo llamo: “máquina de matar” Hablo de una herramienta concebida párale beneficio, el deleite y para el servicio del ser humano, pero es este quien testarudamente ha invertido sus funciones principales de bienestar, atribuyéndole el derecho de poder quitar la vida…. ¿Quien es ahora el culpable?¿El hombre o la máquina?
El coche, instrumento de autodestrucción altamente letal, es el responsable de ser el principal índice de mortalidad de los países desarrollados,…¿De qué material estará hecho? ¿Cuál es su poder para inhibir la consciencia de quien lo conduce?¡Porqué somos seducidos, llegando a transformarnos en lo que no somos?…¿O si?
Pensad un instante, en ese preciso momento, que conocemos a una nueva persona. Por norma no escuchamos a nuestro nuevo interlocutor, ya que por ende, solamente nos preocupamos por vender nuestra mejor imagen… ¡A veces me pregunto: ¿Realmente seré tan perfecto?… Tras vender mi mejor imagen, modestia a parte, solo necesitamos unos breves instantes para que ante mi se destruya cuan falsa y ruin venta. Acabo de acceder al puesto de verdugo, a los mandos de mi automóvil, cuya magia borran mi mejor sonrisa de unos instantes atrás y se transforman en un gesto inquisidor , tal que el resto de presuntos buenos conductores, parecen alimañas. Estas, mis enemigas, emergen valores antes inesperados, cuyo odio desatado aún me pregunto cual será su origen.
Cualquiera de los conductores podrían haber sido candidatos a recibir mi mejor sonrisa, fuera del automóvil, pero a los mandos del yugo, todo es diferente: Te gritaré si realizas un frenazo inesperado, aunque sea para evitar una desgracia, mas adelante me saltaré un semáforo en ámbar con el erróneo fin de recuperar los segundos perdidos. Segundos precisos para quitar una vida. Tras un breve sosiego, volveré a vociferar a aquel que se detiene en doble fila por una causa que pudiera ser justa o no, pero le grito, doscientos metros mas adelante me subo a la acera o invado un paso de cebra por la falta de aparcamiento. Soy el mejor conductor y por ello increpo desmesuradamente con el claxon a los conductores que no me permiten abandonar una rotonda desde los carriles más a la izquierda por los que circulo, es más, para no interrumpir la circulación no me detengo en el Stop.
Es mediodía y ya he juzgado a unos cientos de personas…¿Me siento mejor por ello?…A ninguno de ellos podría ponerla cara en ese mismo instante… Este sentimiento no llena igualmente mi gozo matinal. ¿Por qué?… Por que fuera de mi automóvil soy otra persona. Una persona con sentimientos, humilde y con ganas de amar a los demás.
Conducir debe de elevar los mejores valores cívicos. El automóvil confiere comodidad, autonomía e independencia propia para ser disfrutada. El hombre domina a la máquina, pues ha sido su creador. Elegimos a medida de nuestras posibilidades el mejor modelo, disfrútalo, sácale su mejor partido y no empañes su imagen por un mal uso.¡Cuidado!¡El coche mata!