El gorgojo del mismo pajarraco, ejecuta puntualmente su recital matinal desde la marquesina próxima a mi habitación.
Rutinariamente fiel, se adelanta a la tecnología suiza “Made
in China” del despertador con forma de manzana, como si la única intención
fuera la de ayudarme a aplastar la manecilla con forma de gusano.
Lo peor de todo no es el hecho de tener que levantarme
treinta minutos más temprano, sino la ruptura en la sucesión de imágenes que mi
subconsciente muy agradablemente proyectaba….Alguien lo llamaría sueños. Con los parpados aún sin
despegar del todo, elaboré un pequeño juicio ético entre el paralelismo del
hombre y el buitre carroñero.
Antes de que pudiera percibir el perfume del café recién
hecho, encendí mi portátil. Lo primero que apareció en la pantalla fue la
última sesión de una red social con cara de libro y no pude, como no podía ser
de otra manera, que sentirme abatido.
Diariamente este tipo de redes sociales se masifican de
imágenes y mensajes hermosos donde lamentablemente la mayoría de ellos están
editados por personas cuya moral circula en dirección contraria…será que con
ello solicitan espirar sus pecados que atormentan una vida invadida en busca de
una libertad. ¡Conseguiremos engañaros!
No puedo desactivar mi escudo y de vuelta a casa,
semisentado en mi sofá frente al televisor, temperatura adecuada, con el
devenir por realizar el impertinente movimiento para tomar de la mesita
cercana, el habitual refrigerio con el envase sudoroso debido a su temperatura
de menos dos grados centígrados o por lo
contrario, continuar inerte, dejándome devorar
lentamente por la emisión del receptor pixelado. De este emanan imágenes
de una especie inédita, autóctona de un lugar remoto que no sabría señalar en
un mapa. El Okapi.
¡Animales raros!...; un montón… ¡Quiero conocerlos todos!
¡Enfermedades raras!...; más…Pero no nos desviemos del tema…
Atónito ante tanta curiosidad, no deseo perderme ni el
mínimo detalle de los calcetines que separan al protagonista de su calzado
inapropiado. Impresentable y morboso… ¡cuánto por aprender!
-Pausa-.
Repentinamente como si algo estuviera pacientemente
acechando la mínima distracción de mi cerebro, huérfano de atención, busco a
ciegas aquella figura impertérrita de la mesita… ya no está fría.
Durante el viaje de vuelta a la vida, con el mando aún en la
mano, cambio de canal y lo sorprendente del momento es lo que mi retina pudo
retener durante unos segundos larguísimos. Misma especie… único protagonista…
¿qué ha cambiado?, ¿Acaso hay vida fuera
de la mía?, y si la hay ¿Por qué me da la espalda?
Sin explicación ninguna salgo de mi acomodada rutina
aletargada y de entre todas las vidas, yo escojo, aquella que me ayude a salir
del autismo.